sábado, 29 de diciembre de 2007
¡¡¡Escuchanos!!!
sábado, 7 de abril de 2007
viernes, 6 de abril de 2007
QUE PREDIQUES
PREDICACIÓN Y ENSEÑANZA | ||
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por Emilio Antonio Núñez
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Hace veintidós años, en una reunión internacional de líderes evangélicos sin énfasis en alguna denominación, leímos una ponencia en la que hablamos brevemente de la actitud de los evangélicos latinoamericanos hacia las Sagradas Escrituras judeocristianas. Pudimos haber mencionado solamente aspectos positivos al respecto, pero también admitimos que la Biblia todavía permanecía cerrada en las manos de muchos que profesaban conocerla y creerla. En nuestras grandes ciudades, especialmente los domingos por la mañana, millares de evangélicos presentan un cuadro maravilloso yendo a sus respectivas iglesias con una Biblia bajo el brazo. Sin embargo nos preguntamos cuántos de ellos la estudian concienzudamente en la congregación, y qué estímulo reciben allí para leerla y estudiarla a solas —y en comunión con los suyos— en la intimidad del hogar. ¿Analfabetismo bíblico? También se encuentran entre nosotros pastores, maestros, evangelistas, teólogos, misioneros, y otros siervos líderes que son bastantes realistas en su evaluación de la iglesia evangélica latinoamericana. Se regocijan en el crecimiento numérico de esta iglesia pero reconocen que, en general, ella no goza del nivel de conocimiento bíblico que debería haber alcanzado a través de los años. Recientemente un joven pastor nos señaló que él y sus colegas habían advertido «mucha espuma» en el crecimiento numérico de su iglesia, y que en consecuencia sentían la necesidad de darle más tiempo al estudio sistemático de la Palabra de Dios en las reuniones de líderes y en las de toda la congregación. Al escuchar esto le dimos gloria al Señor. El púlpito marca la pauta Sin embargo, en cuanto al crecimiento de la iglesia en conocimiento bíblico, es grande la responsabilidad que descansa en los que orientan desde el púlpito al pueblo de Dios. Ya sea que la congregación funcione con un solo pastor o con un equipo, es el sermón, dirigido a toda la iglesia, el que en la mayoría de los casos marca las pautas que los miembros deben seguir en su vida y en el cumplimiento de su misión. De allí la importancia de que la proclamación sea bíblica en verdad y ocupe el lugar central en nuestra liturgia. Es necesario, por lo tanto, hacer un alto en el camino para evaluar nuestros sermones. Debemos considerar especialmente su contenido. Lo más importante no es, al fin y al cabo, el cómo sino el qué de nuestra predicación. Es muy importante la forma, pero lo es mucho más el contenido fundamental de nuestros sermones. La diferencia básica entre un discurso secular y la predicación evangélica es el contenido bíblico del sermón. Ante la posibilidad de evaluarnos en este sentido en el púlpito —cuántos de nuestros sermones son un verdadero esfuerzo por explicar el texto bíblico en su contexto, y cuántos de esos sermones procuran relacionar el significado del texto con las necesidades reales de los creyentes— es posible que descubramos que, en general, nuestra predicación no ha sido lo que debería ser. Si tal es el caso, deberemos efectuar cambios positivos en nuestros sermones. Pero, sobre todo, necesitaremos darle siempre prioridad en el púlpito a la tarea de explicar la Biblia misma. De ella depende nuestra edificación y la de nuestros oyentes, a fin de que todos crezcamos en el conocimiento de la Palabra y de la persona de Jesucristo, siempre en busca, en todos los aspectos de nuestra vida, de satisfacer la voluntad de Dios. Los evangélicos nos gloriamos en afirmar que la Biblia, por ser la revelación de Dios para su pueblo, es nuestra autoridad final en todo asunto de fe y conducta. Pero… ¿ realmente estamos estudiando y enseñando este libro incomparable? Parecen abundar los sermones que usan determinado texto bíblico tan sólo como plataforma de lanzamiento para un mensaje que en lugar de explicar dicho texto se convierte en una serie de anécdotas y exhortaciones, y aun de especulaciones y conclusiones que se hallan muy lejos de lo que el Señor nos ha revelado en su Palabra. Si lo que escucha una iglesia se reduce nada más a sermones de esa índole, no se justifica esperar que la mayoría de sus miembros muestren interés alguno en el estudio sistemático de las Escrituras. Lo más probable es que lleguen a las reuniones de la iglesia a emocionarse, pero no a pensar seriamente en lo que enseña la Palabra. Por supuesto, ellos corren el riesgo de depender tan sólo de opiniones humanas, y no de lo que el texto bíblico habla por sí mismo. Además, el error doctrinal es una amenaza, especialmente para los que están debidamente instruidos en las verdades bíblicas. Que prediques la Palabra El apóstol no le hace tan sólo una sugerencia a Timoteo cuando lo exhorta a: «que prediques la palabra». Le da un mandamiento en presencia de Dios el Padre y del Señor Jesucristo. La ocasión es solemne y enorme la responsabilidad que el pastor Timoteo debe asumir. En el idioma original el verbo «predicar» está en el modo imperativo. El Señor no da sus mandatos para que se discutan, sino para que se cumplan. La mención del regreso de Cristo, el Juez de vivos y muertos, nos sugiere otra razón para predicar la Palabra: el señor viene otra vez, y pedirá cuentas a sus siervos del ministerio que él les ha encomendado. La Palabra debe predicarse en espera de la gloriosa epifanía del Señor. La urgencia El mandato también es de manera especial urgente, desde el punto de vista de Pablo, porque él ve que el tiempo de su partida de este mundo está cercano. Su carrera ha terminado. Otros deben seguir levantando la antorcha del Evangelio en presencia del mundo gentil. Timoteo era uno de ellos, miembro privilegiado de aquella generación que había aprendido «la sana doctrina» a los pies del ilustre apóstol y maestro de los gentiles. Por la gracia de Dios, esa antorcha ha llegado a nuestras manos y debemos pasarla sin mácula a nuestros sucesores en el ministerio evangélico. Cumpliremos fielmente con nuestro cometido si predicamos la Palabra «a tiempo y fuera de tiempo», en toda oportunidad. El valor intrínseco y la obra de la Palabra Resulta imperativo predicar la Sagrada Escritura por lo que solamente ella es capaz de producir para bendición del ser humano. Pablo afirma que la Palabra provee «la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (3.15), y que es «útil» para realizar todo aquello que resulta necesario «con el fin de que el hombre de Dios esté capacitado y preparado a cabalidad para toda buena obra» (3.17). Es la palabra salvífica, que hace nacer de nuevo a los que confían en el Señor Jesús (Stg 1.18), y los instruye y santifica mientras van como peregrinos en el mundo hacia el encuentro con su Señor en gloria. La Palabra tiene que ver con la salvación como entrada en el reino de Dios por medio del nuevo nacimiento, y con ese proceso salvífico que culmina en la salvación final. No hay otra palabra salvadora, sino la que el Espíritu nos revela en las Sagradas Escrituras. En el idioma original, el verbo «predicar» sugiere la forma de la exposición. Nos recuerda la función del heraldo que proclamaba un edicto real, o anunciaba la llegada del rey mismo. No realizaba su tarea en un susurro sino en voz alta, para alcanzar el mayor número posible de personas. Era una proclama que podía ser precedida por el sonido de trompetas. Es en el espíritu de una proclama que viene del trono de Dios como debemos predicar. No es necesario que gritemos como energúmenos en el púlpito; nos asiste ahora la técnica de la amplificación del sonido. Pero como decía un predicador hace muchos años, no debemos llegar simplemente a conservar, ni mucho menos a hablar entre dientes en el púlpito. Predicación con gracia Que nuestra predicación sea con gracia, sazonada. De la contextualización de la Palabra y de la nota personal y hasta emotiva que debe acompañar al mensaje, el apóstol nos ha dado hermoso ejemplo en todas sus cartas. Prediquemos la Palabra, porque solamente ella es inspirada por el Espíritu de Dios; porque solamente ella trae salvación —la salvación en Cristo—; porque el error está constantemente al acecho; porque debemos pasar a nuestra generación la antorcha del Evangelio; porque el tiempo apremia; porque el Señor viene a pedirnos cuentas de nuestra mayordomía y a darnos el premio que nuestro ministerio merezca. Prediquemos la Palabra…
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miércoles, 31 de enero de 2007
Bienvenidos

Danny pastorea la Iglesia" Príncipe de Paz" en Valle de Chalco México, es Presidente de la Alianza de Pastores de la localidad, evangelista, conferencista y asesor de Presidentes Juveniles.
Desde hace tres años forma parte del Ministerio "Grace Walk", mismo que le ha permitido expandir su ministerio por toda la República Mexicana; participando en eventos y cruzadas de diferentes denominaciones cristianas.
Incursionó tambien en los medios de comunicación participando en programas de alcance en Radio ABC Internacional a través del programa "Libertad Verdadera", también su voz se ha escuchado desde los micrófonos de estaciones como Radio 1440 AM y Radio Chapultepec 560 AM en México D.F. con el programa "Alégrense".
Su visión es poder llevar a los oyentes al un acercamiento espiritual y de comunión íntima con Dios; la gracia del Creador es el mensaje que debe escuchar y recibir todo aquel que quiera encontrar la libertad plena.
El mensaje es contundente cuando comprendamos la Palabra al decir: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí", Jesucristo dijo: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". El significado real de esta expresión es: "Quiero hacer las cosas por ti y hacerte la vida más fácil de vivir"
Contacta al Ministerio del Rev. Danny González para conferencias y cruzadas,
conpoder@hotmail.com